martes, 30 de marzo de 2010

Sangre: donar o donar

Dono sangre un par de veces al año. Cuando llega el día de la punción –no por el pinchazo- percibo cierto nerviosismo en mí aunque jamás me ha quitado el sueño. Acudo al Banco de Sangre y Tejidos del Hospital del Valle Hebrón, y casi siempre por la mañana, bien temprano. Como reincidente sé que he de rellenar un formulario de detección de factores de riesgo. Pero la penúltima palabra pertenece al médico (la última –lógicamente- a uno mismo). Cuando topas por primera vez con el cuestionario, lo juzgas demasiado extenso. La segunda vez –por lo menos en mi caso- se convierte casi en rutina. Y es precisamente la palabra “rutina” la que suscita en mí cierto nerviosismo.

El número de donaciones de sangre en Cataluña en 2009 descendió a 293.995, 4.448 menos que en 2008. Aunque sea poco, en los últimos años es la primera vez que disminuye el número de donaciones pero la provisión no corre peligro. Desde el Banco de Sangre, destacan que “las reservas de sangre son estables” y añaden que la campaña “Amb una vegada no n’hi ha prou” cumple con éxito el cometido ya que la población entiende que “la donación de sangre tenía que convertirse en un acto cotidiano y de participación ciudadana”. Si hay reservas para seis días, todo va bien. Por ejemplo, cuando escribo esta entrada el nivel es correcto en términos generales, pero bajo para B negativo, según los niveles del banco de sangre. Por lo general, el abastecimiento disminuye algo en Navidad o verano, pero es entonces cuando el banco promueve más campañas de difusión: sms, llamadas telefónicas, carteles, colaboración de voluntarios, aparición en los medios, etc.

Tras el cuestionario, un médico te mide la presión y te pregunta si has tomado medicamentos en los últimos días. A continuación, sobreviene la primera punción, en la que del dedo anular o corazón se extrae una gota de sangre para descartar anemia. Con una aguja enfundada en una caja de plástico gris del tamaño de una pila pequeña (ver foto) te pinchan y con un capilar recogen la gota y la vierten en una probeta que contiene sulfato de cobre para cotejar los niveles de hierro. Si flota, no tienes anemia, si no, otras pruebas la descartarán o confirmarán. Este primer protocolo –o mejor dicho, el saber de este primer pinchazo de antemano- suscita en mí el nerviosismo que antes apuntaba. Me pongo en guardia. El personal sanitario que me atiende me habla, pero mis ojos persiguen sus manos para comprobar que utilice una aguja nueva.

Muchas veces, minutos o segundos antes de ese instante, me exijo atención para no perder de vista las manos del médico mientras dura el proceso; pero, muchas veces también, la charla me distrae y cuando me quiero dar cuenta mi gota de sangre se hunde en el líquido azul –el sulfato-, sin haber observado de dónde sale la aguja o la pequeña pipeta. No puedo evitar pensar en si es del todo imposible que una aguja o una pipeta se reutilice por error. Recelo idéntico detona en mi mente cuando, ya tumbado en una cómoda butaca roja, la enfermera me extrae la sangre con un segundo pinchazo que conecta las venas a la bolsa de almacenaje y los tubos de ensayo destinados al análisis. Así que, para disipar temores, pregunto a Cristina Moya, técnica de atención al cliente.

40 habitantes de cada mil

Casi 40 habitantes de cada mil donaron sangre el año pasado en Cataluña. Es lo que se llama el índice de donaciones. La más alta correspondió a la zona de Girona (56,37) y la más baja a L’Alt Pirineu y Aran (35,21). Los municipios catalanes con la tasa más elevada fueron: Pardines (Ripollès) 377,36, L’Argentera (Baix Camp) 305,97 y Sant Climent Sescebes (l’Alt Empordà) 294,35. El Banc de Sang i Teixits se mueve. ¿Quién no ha visto un autobús aparcado en su pueblo o ciudad? El año pasado hubo 5.685 campañas móviles, con las que se visitaron 610 municipios. Aunque cada comunidad autónoma cuenta con bancos propios, ante emergencias se colabora. Cataluña envió sangre a hospitales de Madrid en el 11M.

Cristina Moya me responde vía telefónica que la aguja de la primera punción “es como un bolígrafo y una vez hace clic, ya queda inservible”. Pasa algo similar con la donación: “La aguja va ligada a la bolsa y después del pinchazo queda inservible”. Todo está diseñado para “reducir al mínimo el descuido humano”, añade. No contento, subo al Valle Hebrón para comprobarlo in situ. El personal monta delante mío una aguja, y sí, el resorte del aparato queda inutilizado una vez pinchado el dedo. Me enseña también la aguja de la donación, que está cosida a los tubos y la bolsa de extracción. Dudas disipadas.

La educación de enfermeras y médicos que atienden a los donantes es exquisita. A menudo palpo la complicidad entre personal y donante (supongo que nace con los veteranos, con habituales o con personas extravertidas por naturaleza). Ya quisiéramos esos modales para todos los quehaceres diarios. Los sanitarios te recuerdan que es mejor haber comido antes de donar y te invitan a beber líquidos más de lo habitual tras haber donado. En la misma sala te ofrecen un refrigerio a base de zumos, agua, pastas y/o bolsas de patatas. Dispones también de un ejemplar del día de La Vanguardia.

Semanas después de donar, recibes una carta del banco (de sangre) en la que te informan de los resultados de los análisis.


Enlaces de interés:
-Informe del año 2009
-Banc de Sang i Teixits
-Proceso de donación: del donante al enfermo (flash per descàrrega)
-¿Quién puede donar?
-Preguntas frecuentes.
-¿Dónde puedes donar?
-Tríptico informativo(PDF):

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