Vecino cortando ramas a un chopo y descarga de las mismas en la puerta de la casa de la novia.
Ensamblaje de la estructura.
Últimos retoques.
Entre recoger las ramas, transportarlas y montar el arco que servirá de “palio” a la novia transcurren de dos a tres horas. Los mayores del lugar recuerdan que ya de niños se preparaban estos adornos, pero más simples, puntualiza una vecina. También, añade, antes se le cantaba por la noche a la novia. Pero esto último ya se ha perdido. O al menos en esta ocasión no se hizo. Sea como fuere, la novia no durmió esa noche. No tanto por el ruido que se hace mientras dura la construcción del arco, como por los nervios típicos de la noche previa al enlace.
La enramada, a la luz del atardecer, antes de que la familia de la novia la desmantele; según los vecinos, cuesta más desmontarla que levantarla.
En este caso, a la enramada le confirieron forma de arco, pero no siempre es así. Se suele aprovechar los contornos de las fachadas para moldearlas de otros modos. Otras veces, se han hecho columnas y tejados. En alguna ocasión, los amigos han trasladado la tradición hasta la capital, Valencia, a más de 100 kilómetros de distancia, cuando la novia, vecina del pueblo o veraneante, se casaba en la ciudad.
En Más allá del átomo: Casas Altas
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