Hablar de sexualidad con los hijos resulta incómodo a la mayoría de los padres. La psicóloga y terapeuta sexual y de pareja Noemí Domínguez invita a hacerlo de forma abierta y natural, teniendo en cuenta la edad de los hijos y que éstos, más que una opinión concreta, quieren conocer la actitud y visión de sus progenitores. Tan natural se ha de tratar -y cita a un colega- cuanto que “la vida sexual de cualquier ser empieza cuando nace y termina cuando muere”.
Mejor utilizar palabras técnicas como “pene” que ñoñas como “tita” o “pirulina”, aconseja la psicóloga en la charla “Cómo hablar de sexo con nuestros hijos”, organizada por Sex Shop Kitsch y el Centre de Terapia Congnitiva i Assessorament Psicològic, sitos en Barcelona, y celebrada el pasado febrero. Hablar de sexualidad con los pequeños y adolescentes se convierte a menudo en un plato de difícil cocción y peor digestión para muchos padres y madres. Domínguez aborda el reto sin complejos, como con distensión hay que tratarlo con los hijos, explica.
Para crear esa naturalidad, la especialista enumera unos consejos. Primero, reflexionar sobre la actitud que reina en un hogar entorno a temas sexuales. Lo ilustra con ejemplos. Si un o una joven pregunta a su madre a qué edad se puede mantener el acto sexual, no desea una cifra ni hacerlo de forma inmediata, sino palpar la atmósfera que generan en la familia las preguntas de sexo, avisa la terapeuta. Una muchacha que oye en casa todo tipo de increpaciones sobre el aborto se “sentirá muy sola si un día tiene un accidente y se queda embarazada”. Segundo, cuidar la relación de pareja, pues los hijos ven en la familia un modelo y copian más el comportamiento que no lo que se dice. Tercero, escucharles, hacerles partícipes del día a día y procurar un ambiente de confianza. Por ejemplo, explicar la mamá que “hoy está enfadada porque ha tenido un mal día en el trabajo”.
Cuarto, transmitirles sentido de responsabilidad y que se atengan a las consecuencias buenas y malas de sus actos. La psicóloga indica que con frecuencia los padres castigan, pero se olvidan de alabarlos cuando toca. Precisamente, la autoestima se perfila crucial para la educación de los chavales, el “reconocer las cosas que hacen bien”. Disfunciones sexuales como el vaginismo pueden haberse originado por una autoestima baja: “El sentimiento de no ser merecedoras de placer”, apunta.
Tampoco hay que explayarse a ciertas edades y con cuestiones complejas. No hay que saberlo todo, más bien guiarlos hacia las fuentes adecuadas, al igual que se les ayuda con los deberes del colegio. A un niño que pregunte “por qué hay preservativos de sabores” bastaría con contestarle que las personas tienen diferentes gustos. Además, el pequeño desconectaría ante una respuesta más complicada.
Muchos padres evitan hablar con su progenie de sexualidad alegando que sus vástagos aún son demasiado niños, que ya lo aprenderán solos o en la escuela, o que favorecerían las relaciones precoces. Nada más lejos de la realidad. Noemí Domínguez replica que cada edad tiene su etapa en la sexualidad (ver Evolución psicoafectiva) y que las creencias y valores se adquieren sobre todo en casa. Pensar que aprenderán solos, añade, puede conducir a los hijos a zambullirse en sus grupos de amigos, que saben tan poco como ellos y en los que topan con dislates de la índole “en el agua no te quedas embarazada”. La terapeuta recomienda a los padres las ocasiones que brinda la cotidianeidad para hablar con los hijos de sexo. En cambio, anatematiza la reunión seria. Y ante preguntas íntimas, aboga por respuestas del tipo: “Eso forma parte de la intimidad de tu padre y mía”, zanja.
Evolución psicoafectiva
La especialista asegura que la evolución psicoafectiva de la infancia importa, ya que la “sexualidad va ligada a la afectividad”. Conocer la evolución ayudará a los padres a tratarla con sus hijos. Así, Domínguez desgrana que entre los 0 y 2 años no se debe recriminar a los niños que se toquen a sí mismos, pues experimentan y se están conociendo. Les gusta, pero no se trata de excitación, sino de “placer sensual”. A partir de los 2 años y hasta los 4, se interesan por el cuerpo del otro sexo, ya de niños ya de adultos. Es la época en la que un hijo puede ver el pene a su padre y preguntarle por qué es más grande que el suyo. También es cuando existe más riesgo de abuso sexual. Además, en estas edades conviene flexibilizar los roles de sexo para formar personas menos sexistas. Entre los 5 y los 7, suelen olvidarse de la sexualidad, es más, puede que les de “asco”, pero así mismo sorprenden con preguntas como “¿de dónde vienen los niños?”. Más allá de los 8 y hasta los 12, descubren las fantasías y empiezan a masturbarse. Es la pubertad, repleta de cambios emocionales y hormonales. “Se enamoran de un profesor o de Angelina Jolie”, ejemplifica. Es bueno entonces “que tengan información sobre los cambios antes de que les ocurran, como con la regla”, añade.
¿Dónde consultar?
A pesar de que Internet no es una fuente fiable, Noemí Domínguez califica de “correctas” a las web www.informaciosexual.net y www20.gencat.cat/portal/site/JoveCat (en el apartado de salud), ambas en catalán. Como libros recomienda, entre otros: ¿A dónde vas Guille?, de Nichollas Allan, Ediciones Beascoa (para niños de 3 años); Shere Hite responde a las cartas de los jóvenes sobre el sexo. Más educación sexual y menos pornografía, La esfera de los libros (para adolescentes); Paula tiene dos mamás, de Leslea Newman. (cuento para niños sobre formas de familia); y ¿Cómo se lo explico? La educación sexual en la infancia, de Manuela Mateo-Morales, Editorial Síntesis (para los papás y mamás). Anima también a visitar pediatras y Centros de Planificación Familiar ante dudas más concretas.
miércoles, 16 de abril de 2008
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