La marihuana está prohibida en España: todos lo sabemos. El cannabis es la droga ilegal más consumida en el mundo y en España, según los informes del Plan Nacional sobre Drogas (PNSD) del Ministerio de Sanidad. Muy por encima, pero dentro de la legalidad, hay un mayor consumo de alcohol y tabaco. Las estadísticas varían, pero en líneas generales la mayoría de la población española bebe alcohol de forma esporádica o habitual (un 64% entre 16 y 64 años), un tercio fuma a diario tabaco y un 2% fuma cannabis con regularidad. De las mismas fuentes se desprende que un 24,4 % ha fumado alguna vez porros. Estos datos corresponden a 2005 y los he extraído del Informe 2007 del Observatorio Español sobre Drogas. No he podido encontrar más actuales.
Conocemos los riesgos que comporta la ingesta esporádica y abusiva de tabaco y de alcohol. En los últimos años, también se están difundiendo los efectos a corto y largo plazo que provoca el consumo de hachís y marihuana. El cannabis puede provocar problemas respiratorios, cardiovasculares y cáncer, y afecta de forma negativa a la memoria y el aprendizaje. En algunas personas puede causar ansiedad y pánico, y en aquellas con antecedentes familiares o predisposición individual, puede desencadenar depresión, trastornos de ansiedad y esquizofrenia. Estos datos los he extraído de Drogues, què cal saber-ne? Generalitat de Catalunya 2007. Como apuntan en este último documento, “es arriesgado comparar la peligrosidad de las drogas [alcohol, tabaco y cannabis] sin tener en cuenta las personas que las consumen, la frecuencia y la cantidad”. Los riesgos del consumo de cannabis están a veces asociados a que éste se mezcla con tabaco, y que se fuma sin filtro, cosa que aumenta su peligrosidad.
Una vez hecho un somero repaso al consumo y perjuicios de estas tres drogas es razonable preguntarse por qué las dos primeras son legales y la tercera no. En la Guía sobre Drogas el gobierno argumenta que está comprobado que “uno de los primeros elementos de riesgo es la propia presencia de las drogas en el entorno, es decir, su accesibilidad, su visibilidad y su disponibilidad”. “Se sabe –añade el mismo documento- que cuanto más fácil resulta conseguir las drogas más aumenta su consumo, lo que explica que el consumo de las drogas legales sea mayor que el de las ilegales”. De ahí que el gobierno opte para el alcohol y el tabaco por “limitar la presencia de las drogas en el entorno”. En el caso de las drogas ilegales, dice el texto, “la acción policial es la que trata de influir en estos aspectos”.
Legal o no, el consumo de marihuana y derivados cannábicos es una realidad palpable a nuestro alrededor. Sin salir de Horta, en el número 8-14 de la calle Torrent de Can Mariner, Manuel Sierra (en la foto, en su negocio) regenta desde hace 15 años Hippie House, una tienda de parafernalia y todo lo relacionado con el cultivo de marihuana. Sierra me explica que, por lo menos en el barrio, hay otro comercio del mismo estilo, en la calle Granollers. En 2008, hice un reportaje sobre Spannabis, una feria del cáñamo organizada en Barcelona por la revista del mismo nombre. Ferran, por entonces –ahora no lo sé- vicepresidente del gremio de comerciantes de productos de cultivo cannábico en Cataluña y gerente del grow Cactus Martorell, me aseguraba que sólo en Cataluña hay 150 tiendas como la suya, 400 en España, y que, de éstas, 75 son grandes empresas. Y es que el negocio que genera la marihuana en el mundo entre lo legal y lo ilegal roza lo “incalculable”, me decía. Por eso, los profesionales del sector echan en falta economistas que despejen esta incógnita.
Según el sector, ¿por qué no se legaliza la planta? Para el propietario de Hippie House, es por la idea equivocada de que “de una cosa se pasa a la otra y no es así”. “Se acepta la cultura del vino y la cerveza” y “al petardo no lo admiten”, añade. En aquella feria, la mayoría de los consultados acusaron sin ambages a las farmacéuticas. Raúl del Pino, uno de los organizadores del evento, desplegaba así su hipótesis: “La maría no tiene patente y a una farmacéutica le interesa inventar un producto, patentarlo y vivir de esa patente durante muchos años”. Como muestra, relataba que a mediados de los 90 se vendieron 800 millones de antidepresivos y ansiolíticos en España, y que para él la hierba “cumple esa función ansiolítica”. El por entonces abogado de la revista Spannabis y secretario de la FAC, Héctor Brotons, no endosaba la responsabilidad absoluta a las farmacéuticas. Aducía un cúmulo de factores inconexos “difíciles de cambiar”. El abogado atribuía la penalización a criterios etnocentristas (al empleo de “drogas que se han usado en occidente y no las de otros pueblos” -mencionaba el café, copa y puro, tan enraizadas en España-). También apuntaba que al Estado le va muy bien la prohibición como chivo expiatorio, cortina de humo y para conservar a la gente controlada: “Mantienen a la gente dentro de determinados márgenes, castigándolos, machacándolos, culpabilizándolos”. Finalmente, indicaba la cobardía de los políticos para promover el cambio; “necesario si hablamos de democracia porque a un sector de la población no se la está respetando”, observaba.
Brotons denunciaba que el veto legal encierra una suma de daños para el Estado: “Se evaden impuestos” y merma “la salud judicial de un Estado porque se deja en manos de organizaciones criminales el tránsito de drogas”. Consideraba desinformación yuxtaponer marihuana a otras drogas, “cuando una información mayor y veraz hace que se separe una sustancia de otra con mayor criterio”. Así mismo, destruía la equivalencia de legalización igual a incremento de consumo, justo la razón esgrimida por el gobierno, según hemos visto más arriba. Tomaba como ejemplo a Holanda, donde ha disminuido la ingesta de drogas duras -certificaba- debido a la diversificación del cannabis consecuencia de una mayor cultura sobre el producto. Resultado, concluía: “Reducción de riesgos” y uso de los impuestos de la mariguana para programas de “desintoxicación de otras drogas que causan más problemas, como es la heroína”.
La Fundación de Ayuda contra la Drogadicción señala como principales peligros en el consumidor habitual un mayor riesgo a padecer enfermedades respiratorias (más que con el tabaco) y la pérdida de memoria y de concentración. Por su parte, el Colegio de Farmacéuticos de Barcelona advertía en su web que “extender el mensaje de que el cannabis es inofensivo es una falta de responsabilidad importante”. Brotons hablaba de “una sustancia con menos capacidad neurotóxica general que el tabaco y que el alcohol”, nunca de inofensivo. Y ante todo, planteaba la legalización como “una cuestión de derechos ciudadanos”. Sintomático o no, la Real Academia Española de la Lengua, en su versión on line, ha enmendado el significado de marihuana y ha pasado de definirla como “cáñamo índico, cuyas hojas, fumadas como tabaco, producen trastornos físicos y mentales” a proponer “cáñamo índico, cuyas hojas, al ser fumadas, producen efectos eufóricos o narcóticos”.
Enlaces de interés:
-Publicaciones de la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas
-Guía de Drogas
-Informe 2007 Observatorio Español sobre Drogas
-Alcohol i altres drogues. Gencat
-Drogues, què cal saber-ne?
-Fundación de Ayuda contra la drogadicción
-Federación de Asociaciones Canábicas
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