lunes, 22 de febrero de 2010

Marta lleva velo islámico

Marta practica el islam como millones de mujeres lo hacen en todo el mundo. Pero no tantas han nacido y viven en Cataluña y se han convertido a esta religión. Por decisión soberana un día se cubrió la cabeza con el velo islámico. A partir de entonces, algunos conocidos dejaron de saludarla y los compañeros de trabajo creían que se había enfundado el pañuelo porque el marido la obligaba. A través de subterfugios la echaron del trabajo. Junto a su marido y un grupo de actores, Marta escenificó su propia historia el viernes pasado, en el Centre Cívic Matas i Ramis (en la foto, un instante de la obra), dentro del ciclo de Teatro social.

El teatro social es un espacio de interpretación, donde el público interactúa con las escenas, las reinterpreta y las redirige, en base al diálogo y debate surgido de la obra. En esta ocasión, la función contaba además con la peculiaridad de que Marta y su marido -que no son actores- representaban vivencias propias, aunque con “algunos matices” fruto del montaje, advertía el maestro de ceremonias y dinamizador de la actividad.

Acabada la primera versión de la obra, el dinamizador preguntó al público sobre lo que han presenciado (en el vídeo, una de las escenas). Manifestaciones sobre el velo entre los asistentes hay para todos los gustos o disgustos: que no es tanto por el velo, sino por las connotaciones religiosas que comporta, que es la diferencia y la ignorancia lo que provoca el rechazo, que la mujer en el islam es una perla y el velo es como la protección (esto último lo afirma una mujer del público que profesa la religión de Mahoma), que lo de la perla es machismo y creo que el velo tiene un punto machista… Si algo distingue a esta actividad es la libertad de expresión y el respeto a toda opinión.



En la primera versión, Marta se enfada con su hermana y se marcha de casa del padre cuando ésta le pregunta si su marido le pega. Una mujer del público sugiere que todo podría haber caminado por otros derroteros si la reunión con la hermana se hubiera conducido con más diálogo. La mujer sube al escenario haciendo las veces de “espectactriz”, tal y como definen los actores al público que participa en la actuación. Imbuida del papel de hermana reconduce la escena hacia un desenlace en el que Marta permanece en casa y aborda sin tapujos con la familia su nuevo modo de vida. Otro cambio de rumbo: en la primera versión, agobiada por las dudas que genera en su jefe y en los compañeros el hecho de que se ponga velo, Marta se halla cada vez menos comprendida y respetada. Un "espectactor" se convierte en compañera que defiende sin ambages a Marta ante el recelo del jefe.

El grupo de actores, con Marta y su marido a la derecha, posan al final del evento.

El dinamizador también invita al público a preguntar directamente a los actores. Marta se convierte en diana de todas las preguntas. “¿Por qué te convertiste al islam?”, por ejemplo, es una de ellas. Responde que desde pequeña siempre había sentido influjo por “el mundo árabe” y que fue más tarde cuando se acercó al islam. Buscaba respuestas que ni el catolicismo ni la Iglesia ni el Vaticano le ofrecían y que, en cambio, sí el islam, que “es lo que más iba conmigo”, apunta. Define al islam “como una guía de vida con mucha libertad que te ayuda en tu camino vital”. “¿Te sientes identificada con las mujeres que combaten al velo?”, fue otra de las preguntas. Marta contestó que no y que no sabe “de qué me pueden estar defendiendo”. También le preguntaron si siempre ha experimentado en la sociedad tanta hostilidad hacia el velo y afirmó que "no siempre", pero que “en el trabajo ha sido complicado”.

Minutos antes de concluir la actividad, una joven del público explica que trabaja con mujeres inmigrantes de países islámicos y que les cuesta encontrar trabajo a causa del velo. Harta de estos rechazos, relata como alguna vez les ha sugerido que se quiten el pañuelo para buscar empleo, y que muchas de ellas le han contestado que se lo enfundan porque el marido se lo exige. Marta se puso el velo porque quiso, su marido nunca se lo pidió.

Obras propuestas para este viernes y el que viene. Entrada gratuita.


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